domingo, 11 de julio de 2010

Extranjera (31 marzo 2010)

Miércoles vacío. Una coca cola Light en un café de cualquier calle sólo por pasar el tiempo. Todavía estoy desconectada del mundo y faltan 8 días para que tu llegues, por el momento estoy sola. Cuando acabe el refresco supongo que saltaré a otro café, en otra calle, quizá mas cerca de casa. Casa. Qué raro suena decirlo. Pararé en otro bazar de esos donde nada de lo compres durará más de dos días, sólo por entretenerme y ver pasar otro rato. Dicen que las cosas nuevas llenan un vacío, aunque sólo sea por unas horas. Yo no tengo dinero suficiente para llenar tantas horas de aburrimiento de cosas nuevas, pero alterno las compras de baratijas con largas caminatas viendo a los turistas hacer lo mismo.

Ahora frente a mi, se ha sentado un señor muy pensativo con aire de preocupación, como si sopesara un amor imposible o se arrepintiera de algo. Y de repente me pregunto qué diría si supiera que esta completa desconocida está escribiendo sobre él y su insospechada presencia. Unos minutos más tarde deja de ser interesante cuando contesta el celular y se vuelve mortal, cuando una sonrisa plástica se pinta en su cara, ya se parece al resto de la gente. Ha perdido la magia y el misterio de “señor pensativo”. Ya no me sirve y no hay nadie más en el café.

Es extraño, cómo por momentos esta ciudad se me hace tan familiar y luego parece alejarse como si la estuviera mirando desde un telescopio. Como si yo fuera una cámara oculta moviéndose entre la gente, invisible. Aun me queda algo de esa sensación foránea de estar de vacaciones, y pareciera que en unos días regresaré a aquella casa en aquel país caluroso, a las viejas rutinas. Otras veces parece que siempre he vivido aquí, es como si nada me sorprendiera. Trato de explicarme a mi misma las circunstancias reales, me lo explico como si fuera yo otra persona, aunque suene a locura, para ver si así entiendo, pero sigo en esta especie de limbo geográfico, entre aquí y allá.

El otro día charlaba un poco con una vendedora en una tienda y al contarle que he vivido en varios países me ha dicho que soy una ciudadana del mundo. La verdad me sentí como alagada. Es verdad. No soy de ningún lado y soy de todas partes. Soy de donde esté, de donde quiera ser. Me gusta, suena a libertad.

jueves, 4 de marzo de 2010

Trabajo

(En un trabajo, 2007, me la encontré por ahí y me reí así que aquí va)

Hola, hoy es lunes, esto es un intento desesperado por vencer el aburrimiento de la oficina. No miento, lo juro, hablo de estar sentada aquí en esta silla, 8 horas al día, con las neuronas en peligro de extinción. He recorrido, con el paso de los días una cantidad poco saludable de páginas de Internet, he acumulado algunos kilos en la panza y he conseguido la más eficaz sensación de inutilidad lograda a través de tantas horas de perder el tiempo. Yo voto porque bajen la cantidad de horas laborables a la semana. 40 es simplemente ridículo. Lo que sea que alguien vaya a hacer en su trabajo, si no lo puede hacer en el lapso de 3 a 5 horas, no puede acabarlo en un día, y mal que bien, se va a extender al día siguiente. 8 horas es simplemente malsano y cruel, para los ojos, para el cerebro, y para el trasero. Y créanme que no es vagancia ni falta de voluntad, de hecho me considero bastante proactiva (…ahora), es más, en algunos ratos de desesperación, organizo incluso los archivos del año pasado, sólo por si acaso, y de vez en cuando, les cambio los nombres a los folders para volver locas a mis colegas; he llegado hasta cambiarle los iconos a algunas cosas en la computadora, con el mismo propósito, pero la distracción solo dura unos minutos.

Otros entretenimientos han consistido en decorar y redecorar mi fondo de pantalla, el tamaño de las letras, los colores de las presentaciones. He rellenado crucigramas, sopas de letras, sudokus y demás. Pero vaya situación, como si no bastara tener que ver pasar las horas más lentas del mundo, también tengo que disimular, porque claro, jugar a los pasatiempos así, sin más, descaradamente frente a todos en la oficina, podría confundirse con haraganería, o incumplimiento del deber. Tengo que disimular que no hay nada que hacer, para lo cual suelo tener abierto un documento de Word, simplemente para que lo vea quien pase cerca.

La hora de almuerzo es uno de los momentos más esperados, una línea divisoria, el antes y después de Cristo. Mientras más retraso la salida a comer, más pronto pasa la tarde. Varios cafés al día también ayudan, si puedo lentamente levantarme del escritorio, a paso de tortuga bajar las escaleras, tomarme mi tiempo en escoger la taza que más me guste del armario (aunque todas son iguales), servirme el café como si fuera miel de abeja, fingir un leve dolor de espalda y solicitar ayuda para alcanzar el azúcar que está arriba, buscar y no encontrar una cuchara para remover, esperar pacientemente a que se enfríe un poco, y sorbito a sorbito ya han pasado 10 minutos. Y con esa calma, para cuando he vuelto al escritorio, he logrado un total de unos 15 o 20 minutos. Claro, eso sin contar la bienvenida eventualidad de cruzarme con alguna colega en el pasillo o la cocina que quiera ponerme conversación.

¡Por favor, alguien ayúdeme!

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Marsh

Como un sol tostado, así, color a azúcar parda, sabor a caña… así era. No sé ya cuánto tiempo ha pasado, pero su recuerdo está intacto, con una sonrisa que llega hasta el cielo, la recuerdo. Sus pequeños ojos brillantes, su voz. Un día, aun no sé cuál, ni por qué, se la llevó el viento, así como la trajo, la arrastró la brisa hacia el olvido y se detuvo el tiempo. Aun la extraño. Nunca más fue como antes. Ahora somos dos extrañas, tímidas en el trato como si cada una guardara de la otra algun gran secreto. No más que un cordial saludo o un chiste apropiado para que nadie nos note. No sé si ella me recuerda como yo, pero la guardo en mi corazón. Amiga, hermana, ojalá que la vida le conceda, al menos la mitad de la felicidad que ella me dio. Eso ya será mucho. 

Fantasma

Escapaste como el viento,
como un secreto guardado;
y los años han pasado,
tu perdido en el silencio.

Fugitivo de mis besos,
de mi amor atosigado,
de encontrarte en lo lejano
no valieron mis intentos.

De sueños se hizo mi vida sin ti,
inventando a mi manera lo que nunca fue,
de ilusión y fantasía te sobreviví.

Soñando despierta invento un después,
resucito nuestra historia sin que sepas tu de mi,
para estar contigo, aunque tu no estés.

jueves, 1 de mayo de 2008

Introducción a la Invisibilidad

Ser invisible es un arte. Tanto o más complicado que el de sobresalir. Yo debería dar clases en lo primero. Sobresalir es fácil, porque puede destacarse tanto un genio como el más perfecto imbécil en cualquier manifestación pública de cualquiera que sea su talento particular. Pueden hacer algo grandioso que preserve su memoria más allá de todos los tiempos, y pueden cagarla majestuosamente por el mismo resultado. Ser invisible es otra cosa.

El objetivo es ser ignorado, olvidado y no dejar huella alguna de una existencia vana y preferiblemente miserable.

La lección #1, consiste en trabajar más, esforzarse y permitir que otro se lleve el crédito sin llorar. Porque para ser realmente invisible, no basta con serlo para los demás, hay que transformarse desde la génesis. Hay que ser invisible para uno mismo.

El primer paso diría yo, y probablemente el más difícil, es deshacerse de su dignidad. Verán, parte importante de ser invisible es poder ser humillado y seguir sonriendo. Para eso no basta ser un buen actor o una buena actriz. La dignidad es la cosa menos discreta que pueda existir. Hay que perderla definitivamente, aceptar la propia miseria como verdadera y justa, y siempre sonreír y asentir con la cabeza ante los superiores, que son todos.
La lección #2 aborda el tema de cómo superar el enojo. Aun un ser invisible puede enojarse. Gran parte del enojo proviene de una falla en el sistema de eliminación de la dignidad. Si en ocasión de una recriminación por parte de otra persona, se siente el impulso de responder, respiren. Ahoguen su defensa y asuman la culpa ajena como castigo por sus pecados.

Y si alguna vez, solo si alguna vez, se comete un acto justicia, y tienen la oportunidad fabulosa de estar presentes en el momento mágico en que ese superior suyo es humillado y aplastado por un pez más gordo frente a ustedes, sientan su vergüenza y retocen en su interior entre las dulces aguas de la venganza con sus manos transparentes. Mírenlo a los ojos, sonrían sin pena, porque son invisibles.

jueves, 24 de abril de 2008

Bajos Instintos

Un jueves cualquiera, a las 2:44 de la tarde llega la paz. Mi jefa se fue a resolver unos asuntos de su jefe y ambos han dejado tras de si una onda de tranquilidad indeible. Sólo si quiero hago las llamadas pendientes, únicamente si me da la gana reviso cotizaciones y de vez en cuando le echo una mirada al escritorio del gran señor y le saco la lengua pretendiendo que él lo está ocupando y que mi imaginada insolencia por una vez lo aplasta. Podría esperar a que todos se fueran y sentarme en su silla giratoria, y dar vueltas y vueltas mientras me carcajeo como una desquiciada. Podría jugar a imitarlo echando alaridos contra los empleados o cometer sacrilegio en contra de la fotografía sobre su escritorio. Pero no. Soy una persona demasiado decente para ceder ante tan bajos instintos, aunque no me siento mal por cohibir tales impulsos. Después de todo, como dicen, la intención es lo que cuenta.

Un dia común...

Hoy es un día de poca inspiración, como la mayoría. Pasó desapercibido. El trabajo: mucho esfuerzo y poca gloria; la casa, la rutina de ejercicios sin ganas, la dieta número 519 violada por octava vez, el gato agregándole pelusa a mi chaqueta negra que pronto va a quedar fosilizada en esa silla; un perro cuyo cariño se mide según la cantidad de baba que correa cuando te ve (sí, me adora); y un esposo que insiste en averiguar qué es lo que tanto escribo.

Y así, sin pena ni gloria, pasan de las 7:00 de la noche, me abate el cansancio por todo y por nada. Sólo tengo ganas de que sea mañana, porque mañana está más cerca de pasado mañana, y así sucesivamente... hasta el viernes... y que no pase del domingo.