Miércoles vacío. Una coca cola Light en un café de cualquier calle sólo por pasar el tiempo. Todavía estoy desconectada del mundo y faltan 8 días para que tu llegues, por el momento estoy sola. Cuando acabe el refresco supongo que saltaré a otro café, en otra calle, quizá mas cerca de casa. Casa. Qué raro suena decirlo. Pararé en otro bazar de esos donde nada de lo compres durará más de dos días, sólo por entretenerme y ver pasar otro rato. Dicen que las cosas nuevas llenan un vacío, aunque sólo sea por unas horas. Yo no tengo dinero suficiente para llenar tantas horas de aburrimiento de cosas nuevas, pero alterno las compras de baratijas con largas caminatas viendo a los turistas hacer lo mismo.
Ahora frente a mi, se ha sentado un señor muy pensativo con aire de preocupación, como si sopesara un amor imposible o se arrepintiera de algo. Y de repente me pregunto qué diría si supiera que esta completa desconocida está escribiendo sobre él y su insospechada presencia. Unos minutos más tarde deja de ser interesante cuando contesta el celular y se vuelve mortal, cuando una sonrisa plástica se pinta en su cara, ya se parece al resto de la gente. Ha perdido la magia y el misterio de “señor pensativo”. Ya no me sirve y no hay nadie más en el café.
El otro día charlaba un poco con una vendedora en una tienda y al contarle que he vivido en varios países me ha dicho que soy una ciudadana del mundo. La verdad me sentí como alagada. Es verdad. No soy de ningún lado y soy de todas partes. Soy de donde esté, de donde quiera ser. Me gusta, suena a libertad.